Recientemente hemos sabido que en Dinamarca, tanto el actual partido en el gobierno como las principales fuerzas de la oposición, parecen decididos a poner fin a la venta de coches con motor térmico en el país.

La idea, aún como propuesta de ley, es dejar de comercializar coches gasolina y diésel en 2030, y hacer lo propio con los híbridos en 2035. Pero el caso danés no es ni mucho menos el primero en plantear medidas similares.

El caso del diésel

Las primeras restricciones han recaído sobre el diésel, sí, esa tecnología que hace unos años se vendía como “verde” en España. ¿Qué ha ocurrido?

Los motores diésel comenzaron siendo para profesionales que realizaban muchos kilómetros, por lo que inicialmente el parque móvil constaba mayoritariamente de vehículos gasolina, que emiten más CO2. Cuando esta tecnología abarata sus costes y comienza a penetrar en el mercado, aumenta la cuota de este tipo de vehículos, que ya en los 90 iguala a la de gasolina en España.

Pero no todo se reduce al efecto invernadero. Los diésel emiten más partículas perjudiciales para la salud como el NOx, partículas que supuestamente se veían frenadas por elementos como catalizadores y filtros. Sin embargo, resultó que los diésel estaban emitiendo en la práctica muchas más partículas de este tipo. ¿Recuerdan el caso Volkswagen? Era solo uno de tantos.

¿Te acuerdas del Dieselgate?

No es de extrañar por tanto que el primer varapalo se lo lleve esta tecnología, tanto a nivel nacional como la prohibición de Países Bajos a la venta de coches diésel en 2025, como en el plano local en ciudades que plantean gravámenes o directamente impedir su circulación como en París en 2024, Bruselas o Madrid en el 2025, etc.

No, los gasolina no se librarán

Es posible que si tienes un diésel, estés enfadado con los rumores de posibles medidas como la hipotética subida de su precio en España. Es cierto que como comentamos anteriormente el diésel ha sido el primer objetivo, pero no el único.

Alemania, Holanda e Irlanda, por ejemplo, planean acabar con ambos en 2030, Francia y Gran Bretaña por su parte en 2040. Todo en aras de mejorar la calidad del aire en nuestras ciudades. Cuestión perfectamente debatible es cómo se debe afrontar esa transición, si las empresas deben pagar los costes externos que han generado, o si todo debe recaer sobre el bolsillo del consumidor habitual.

Combustibles con fecha de caducidad

El futuro, no solo eléctrico

En el horizonte se sitúa el vehículo eléctrico, que presumiblemente tendrá que verse fomentado mediante mecanismos de promoción hasta que como ocurriera en su día con el diésel, alcance la madurez tecnológica para ofrecer precios competitivos y aumentar su penetración en el mercado.

Sin embargo, este punto reviste dos problemáticas adicionales que no siempre son nombradas. La primera de ellas, es que aunque el coche eléctrico puede contribuir a esa mejoría en el aire que respiramos en la ciudad, si de verdad quiere convertirse en un medio “ecológico”, la energía que consuma debe proceder de fuentes renovables.

Por tanto, el coche eléctrico no puede ni debe fomentarse sin la consecuente transición hacia la generación renovable.

Coche eléctrico con fotovoltaica

El otro escollo aún genera más controversia y es el de los coches en propiedad privada. A día de hoy no solo la contaminación en el trasporte es un problema, también lo es la creciente demanda de movilidad, una demanda que no podrá ser absorbida por nuestras ciudades mediante el uso del vehículo privado, lo que llevará a otros modelos tanto de mayor reparto modal (con más protagonismo al transporte público) como a modelos donde el coche eléctrico sea de titularidad compartida o simplemente paguemos por su uso como ya sucede con algunas empresas que ofrecen este servicio.

 

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