En nuestras casas y ciudades se consume energía de muchas maneras, calefacción, cocinar, climatización, calentar agua, ver la televisión, etc. pero sobre todo en lo que la mayoría pensamos en el alumbrado.
Dejar la luz encendida es un problema en muchas familias, con pequeñas discusiones al respecto, y además es un campo donde se podría ahorrar mucho utilizando las tecnologías adecuadas.
En nuestras calles aún hay muchas farolas de vapor de mercurio, tecnología claramente derrochadora, y si no de vapor de sodio, que debido el tipo de luz que proporciona siempre nos parece que da menos claridad que otras.
Las normativas no tienen en cuenta los lúmenes de pupila, que es lo que realmente detecta el ser humano, lo que hace que otras tecnologías puedan superar en eficiencia al vapor de sodio, como las LED, halogenuros metálicos y las lámparas de inducción. Utilizando este tipo de lámparas se podría ahorrar más de un 60% del consumo actual.
Además, el uso de sistemas de gestión actuales, con redes inteligentes y centralizadas podría proporcionar un 20 %de ahorro adicional, reduciendo la factura municipal de alumbrado de manera más que considerable.
En los edificios pasa algo parecido, pero aquí cada cual es libre de poner la luz que quiera, no teniendo que cumplir con el luxómetro a la hora de decidir el tipo de lámparas a utilizar.
Estamos en un momento que no se tiene liquidez ni en administraciones ni en empresas para hacer la substitución de equipos, pero puede utilizarse otras fórmulas, como las Empresas de Servicios Energéticos para su ejecución a coste cero y mantenimiento, cuyo coste será menor que el actual porque son lámparas con vidas útiles de al menos 5 o 6 veces más que las convencionales.
Empecemos a ahorrar donde más se ve, en alumbrado.