Llega la semana santa, y con ella, ¡Oh, sorpresa! suben los precios de los combustibles.
Nos dirán que es por las leyes del mercado, por la subida del precio de petróleo, por la subida de impuestos, pero lo cierto es que el combustible, véase gas, gasóleo, gasolina y electricidad cada vez es más caro.
Ahora se ha pasado el invierno, por lo que el gasóleo vuelve a estar por debajo que la gasolina, pero a máximos históricos.
Los avances tecnológicos para el transporte, control y generación de la electricidad no se refleja en nuestros recibos si no es para subir las tarifas.
Y sin embargo parece que no pasa nada.
Estamos llegando al colapso energético, las prospecciones que se pretenden hacer ahora en partes del mundo donde no se tenía constancia de existencia de petróleo son caras y peligrosas. Peligrosas en el ámbito ambiental por los destrozos que ocasionarán y el riesgo de emisión de gases contaminantes y vertidos y peligrosas en el ámbito económico porque pueden costar mucho dinero que seguro que revierten en mayor deuda pública.
Política y económicamente estamos en un momento delicado y desde la Unión Europea (¿o es desde Alemania?) y el FMI nos exigen hacer reformas que van a destrozar aún más nuestro sistema financiero endeudando nuestro país a cotas aún más inadmisibles y, sin embargo, dejamos escapar nichos donde podríamos convertirnos en punteros en el mundo, como es en las energías renovables.
Pero tenemos que seguir intentándolo, empezando por no gastar, es decir, por no gastar energía, ahorrando todo lo que podamos de luz y gasoil, instalando iluminación eficiente, control de los sistemas de climatización y maquinaria en empresas e industrias, optimizar las temperaturas necesarias de agua caliente y climatización, ahorrar en transporte, utilizando transportes colectivos, compartiendo coches o yendo en bicicleta o caminando.
Con esto le ganaremos una batalla al aumento del gasto y la subida de precios energéticos, pero queda mucha lucha por delante.