El negocio de las renovables

Las energías renovables es un nicho de mercado, en el que mucha gente puede ganar poco o mucho dinero.
Desde el punto de vista práctico es importante la visión de negocio para poder desarrollarlas y que se atrevan e invertir en ellas de manera constante, para su desarrollo, evolución y mejora.
En el portal de energías renovables veo hoy una noticia sobre personas que se han hecho multimillonarios gracias a las energías renovables, la mayoría de ellos gracias que innovaron en su momento y consiguieron ser pioneros para demostrar que todo esto funciona y es efectivo.
Hasta aquí todo es bueno, pues es importante que el dinero fluya y llegue a las personas que innoven y arriesgan por conseguir desarrollar unas tecnologías que mejoran el nivel de vida de todo el planeta, ya se llevando los recursos energéticos a todo rincón del mundo, por remoto que sea, por la reducción de contaminación que provocan, o por la posibilidad que traen para generar puestos de trabajo y prosperidad allí donde se implantan.
Lo que es discutible es lo que ha pasado en España y sigue pasando en muchas partes del mundo, desgraciadamente, y el pelotazo renovable.
Se ha dado con cualquier tecnología, pero sobre todo con la energía solar fotovoltaica y con los biocombustibles.
Muchas personas o grupos de inversión se han puesto a desarrollar proyectos a gran escala, sin respetar lugares natural, normativas medioambientales, ni estudiando la utilidad de sus instalaciones, destrozando terrenos fértiles para la agricultura, bosques y montes protegidos o lo que hiciera falta.
Esto ha afectado, y lo sigue haciendo, a muchas personas que, por ejemplo, tienen que pagar más por sus cereales o alimentos, al destinarse la producción antes alimenticia a producir, o especular, con biodiesel, o simplemente se han dejado de plantar para hacer parques fotovoltaicos enormes.
La fotovoltaica tiene sentido si se implanta en el lugar de consumo, evitando pérdidas de transporte de energía, si no resulta ciertamente ineficiente.
Los biocombustibles tienen sentido si no representan un peligro para el suministro a precios asequibles de productos básicos para la alimentación de las personas y animales y siempre que para su elaboración no se destruya el medio ambiente.

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