Tras un programa de televisión en las últimas semanas está en boca de todos el término de pobreza energética.
Se plantea la pobreza energética como el hecho de que muchas personas no tengan la capacidad de pagar por la energía, lo que provoca una afección constante en sus vidas, no pudiendo cocinar, lavarse o protegerse del frio con normalidad.
Para mí eso es algo más que pobreza energética, es pobreza y muestra los graves fallos en el funcionamiento de una política social que no considera la energía como un bien básico, dejando el suministro de la misma a empresas privadas que se mueven por intereses de rentabilidad económica.
En mi opinión pobreza energética sería algo diferente, que comprende una comunidad, ciudad, región o país en su conjunto y que provoca que haya un consumo en conjunto excesivo para las necesidades y, además, que las fuentes primarias de la energía no se encuentren dentro del país, no pudiendo generar bienestar social y empleo la explotación de estos recursos.
Pobreza energética es tener un parque de viviendas con un pésimo aislamiento térmico, lo que provoca un alto consumo de energía para mantener las viviendas o locales en un ambiente de confort térmico.
Pobreza energética es tener miles de instalaciones industriales sin sistemas de a
horro energético, compensación de energía reactiva o gestión de su energía.
Pobreza energética es que el 73,3 % dela energía primaria consumida provenga
de fuentes exteriores, desaprovechando potenciales del país, principalmente de energías renova
bles, residuos y biomasa, que además de acabar con la dependencia energética sería un valioso instrumento de política de bienestar social al crear empleo y ocupación para miles de personas.
En definitiva, que la pobreza energética se evita con una implicación de toda la sociedad, consumiendo responsablemente y con una intervención pública realizando un marco favorable para la inversión de medidas de rehabilitación, ahorro energético y generación mediante energías renovables.